sábado, 8 de enero de 2011

Retrato

Breve presentación autobiográfica y poética (I)

[En Almería, 7 de enero de 2011]

     Saludos cordiales, mis queridos laborales, entrañables siempre, siempre presentes en la memoria (¡ay!, la memoria, ese regalo que los dioses, mis helénicos dioses, hicieron a los hombres; preciado don, pero, también, como los dioses, caprichosa, juguetona y, en ocasiones, traicionera. La memoria, en cualquier caso, selectiva siempre, tan libre, tan independiente, tan ajena, a veces, a nuestros deseos. Ya sabéis: el tiempo, ese que nos acompaña y fluye y pasa irreparablemente [Heráclito de Éfeso]). Unas breves palabras para vosotros, los que personalmente me conocéis y los que no. Para todos vosotros.
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Nos bañamos y no nos bañamos en los mismos ríos...
(Heráclito de Efeso)

* * * * *

Te vi en Cazorla nacer…
(Antonio Machado)


     Laboral por vocación y convicción, y por naturaleza. Laboral por educación, porque el azar y los dioses así lo dispusieron. Laboral por libertad y esfuerzo y estudio.

     De nacimiento (23 de noviembre de 1958), castellano, manchego, de Moral de Calatrava [www.elmoraldecalatrava.com], en el campo de Calatrava. El que da nombre a la orden.
     También por vocación, profesor. Desde el 1 de enero de 1983, en la Universidad de Granada. Profesor de las poéticas que, desde mi tierna infancia (Antonio Machado), me cautivaron: literatura, filosofía y arte. Helénicos.


A continuación, tres textos, tres. No míos, pero míos: mi autobiografía, pero en palabras de tres de mis queridos y siempre presentes maestros en todo. Por si gustáis de su lectura. Vale ( Miguel de Cervantes).


1. MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Macha, II, XI:

     No entendían los cabreros aquella jerigonza de escuderos y de caballeros andantes, y no hacían otra cosa que comer y callar y mirar a sus huéspedes, que con mucho donaire y gana embaulaban tasajo como el puño. Acabado el servicio de carne, tendieron sobre las zaleas gran cantidad de bellotas avellanadas, y juntamente pusieron un medio queso, más duro que si fuera hecho de argamasa. No estaba, en esto, ocioso el cuerno, porque andaba a la redonda tan a menudo, ya lleno, ya vacío, como arcaduz de noria, que con facilidad vació un zaque de dos que estaban de manifiesto. Después que don Quijote hubo bien satisfecho su estómago, tomó un puño de bellotas en la mano y, mirándolas atentamente, soltó la voz a semejantes razones:
—Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a los que los antiguos pusieron el nombre de dorados. Y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque los que en ella vivían ignoraban esas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes: a nadie le era necesario para alcanzar su ordinario sustento tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían. En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cualquiera mano, sin interés alguno, la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo. Los valientes alcornoques despedían de sí, sin otro artificio que el de su cortesía, sus anchas y livianas cortezas, con que se comenzaron a cubrir las casas, sobre rústicas estacas sustentadas, no más que para defensa de las inclemencias del cielo. Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia: aún no se había atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre [; que ella sin ser forzada ofrecía, por todas las partes de su fértil y espacioso seno, lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que entonces la poseían. Entonces sí que andaban las simples y hermosas zagalejas de valle en valle y de otero en otero, en trenza y en cabello, sin más vestidos de aquellos que eran menester para cubrir honestamente lo que la honestidad quiere y ha querido siempre que se cubra, y no eran sus adornos de los que ahora se usan, a quien la púrpura de Tiro y la por tantos modos martirizada seda encarecen , sino de algunas hojas verdes de lampazos y yedra entretejidas, con lo que quizá iban tan pomposas y compuestas como van agora nuestras cortesanas con las raras y peregrinas invenciones que la curiosidad ociosa les ha mostrado. Entonces se decoraban los concetos amorosos del alma simple y sencillamente, del mesmo modo y manera que ella los concebía, sin buscar artificioso rodeo de palabras para encarecerlos. No había la fraude, el engaño ni la malicia mezcládose con la verdad y llaneza. La justicia se estaba en sus proprios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del interese, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen. La ley del encaje aún no se había sentado en el entendimiento del juez, porque entonces no había qué juzgar ni quién fuese juzgado. Las doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por dondequiera, sola y señera, sin temor que la ajena desenvoltura y lascivo intento le menoscabasen, y su perdición nacía de su gusto y propria voluntad. Y agora, en estos nuestros detestables siglos, no está segura ninguna, aunque la oculte y cierre otro nuevo laberinto como el de Creta; porque allí, por los resquicios o por el aire, con el celo de la maldita solicitud, se les entra la amorosa pestilencia y les hace dar con todo su recogimiento al traste. Para cuya seguridad, andando más los tiempos y creciendo más la malicia, se instituyó la orden de los caballeros andantes, para defender las doncellas, amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y a los menesterosos. Desta orden soy yo, hermanos cabreros, a quien agradezco el gasaje y buen acogimiento que hacéis a mí y a mi escudero. Que aunque por ley natural están todos los que viven obligados a favorecer a los caballeros andantes, todavía, por saber que sin saber vosotros esta obligación me acogistes y regalastes, es razón que, con la voluntad a mí posible, os agradezca la vuestra.






2. ANTONIO MACHADO, Campos de Castilla [“Retrato”]

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. 
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.



3. KONSTANTÍNOS KAVÁFIS, Ítaca (trad. J. M. Camacho Rojo)

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Posidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.
Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Posidón no podrán encontrarte
si tú nos llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.
Debes rogar que el viaje sea largo,
que muchos sean los días de verano
que arribar te vean con gozo, con alegría,
a puertos que tú antes ignorabas.
Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano y ámbar,
y placenteros perfumes de mil tipos.
Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender. Pero aprender de quienes saben.
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino;
será mejor que dure muchos años,
y que llegues, viejo ya, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.

No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ella, jamás habrías partido,
Mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Y, si pobre la encuentras, Ítaca no te ha engañado.
Siendo ya tan viejo, con experiencia tanta,
Sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.



* * * * *

...hoy en Sanlúcar morir
(Antonio Machado)

-

… somos y no somos.
(Heráclito de Éfeso)


José María Camacho Rojo

3 comentarios:

  1. Mas si el bueno de Antonio pudiera asomar su verso al mundo en que vivimos,

    A esta tierra marchita que carboniza, que lentamente perece y nos asfixia,

    Cubierta de tenores huecos, de grillos que ni siquieran cantan a la luna,

    Helada su sangre jacobina, acaso con su trinar ni a su hermosa Sevilla acudiría.

    Azar y fortuna me unieron a ti, clásico y romántico, a tu palabra y a tu eco…

    Doquiera, bañado por el fluir del mismo río, me honra ser humilde trasunto tuyo.

    Ofrenda es blandir tu póstumo verso: "Aquellos días azules, aquel sol de la infancia"

    (El acrónimo fue casi involuntario)

    - Juan Aº Aguilera del Pino-

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  2. ...
    Todo llega y todo pasa.
    Nada eterno:
    ni gobierno
    que perdure,
    ni mal que cien años dure.

    —Tras estos tiempos vendrán
    otros tiempos y otros y otros,
    y lo mismo que nosotros
    otros se jorobarán.

    Así es la vida, don Juan.

    —Es verdad, así es la vida.
    —La cebada está crecida.
    —Con estas lluvias...
    Y van
    las habas que es un primor.
    —Cierto; para marzo, en flor.
    Pero la escarcha, los hielos...
    —Y, además, los olivares
    están pidiendo a los cielos
    aguas a torrentes.
    —A mares.

    ¡Las fatigas, los sudores
    que pasan los labradores!

    En otro tiempo...
    Llovía
    también cuando Dios quería.

    —Hasta mañana, señores.
    Tic-tic, tic-tic... Ya pasó
    un día como otro día,
    dice la monotonía
    del reloj.

    Sobre mi mesa Los datos
    de la conciencia, inmediatos.

    No está mal
    este yo fundamental,
    contingente y libre, a ratos,
    creativo, original;
    este yo que vive y siente
    dentro la carne mortal
    ¡ay! por saltar impaciente
    las bardas de su corral.

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  3. Camacho, recuerda el alma dormida,
    aviva el seso y despierta
    contemplando...

    ¡Cáspita! Repasando vuestros nombres, los que estarán para siempre en las orlas, ilustres laborales, me ha parecido de pronto que me estaba dirigiendo a reyes católicos y a otros de linaje aragonés. ¿Será que como a aquel de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor, de sobrenombre "Quijada", se torna enjuto mi rostro, se me vuelve razón la sinrazón y se me seca el seso fascinado no por los libros de caballería sino por la lectura de los vestigios que vuesas mercedes hacen rezumar, gota a gota, de tiempos tan remotos?

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